En David Niven vemos personificada la imagen del perfecto
caballeo inglés, su pelo perfectamente engominado y peinado y su cuidado
bigote, que conservó hasta el fin de sus días, eran la seña de identidad de una
actor que siempre destacó por su corrección y saber estar además de por su
sobria elegancia, tanto fuera como dentro de la pantalla, algo normal puesto
que era todo un descendiente de la aristocracia británica.
Sus primeros años en Hollywood destacan por su
participación, en mayor o menor escala en grandes éxitos de la década de los
treinta como “La carga de la brigada ligera” (1936), clásica película de acción
y aventuras de Errol Flynn y Olivia de Havilland, en un de las versiones de “El prisionero de Zenda” (1937) o el gran clásico “Cumbres borrascosas” (1939) como
contrapunto a Laurence Olivier.
Los años cuarenta vienen marcados por su consolidación
profesional ya con papeles protagonistas en diversas cintas, en donde suele
encarnar al perfecto caballero, como en “Un matrimonio perfecto” o “La mujer del obispo”, ambas de 1947 además de importantes hechos que viene a marcar su
vida privada como la segunda guerra mundial, en donde Niven regresa a
Inglaterra a combatir al enemigo y seguir trabajando en alguna que otra
película de propaganda bélica o su fatídico matrimonio con una joven
aristócrata que acabó en desgracia por un fortuito y desgraciado accidente que
deja a Niven viudo poco tiempo de haber contraído nupcias.
Los cincuenta son testigo de sus grandes papeles, cintas de
aventuras como “Tres soldados” (1951), se conjugaban con otras más de tinte
romántico “La lotería del amor” (1954) o “Un mayordomo aristócrata” (1957),
aunque la figura de Niven cobró notoriedad al participar en la gran adaptación
de Verne “La vuelta al mundo en 80 días” (1956), como un más que creíble
Phileas Fogg, personaje que por otra parte le venía como amillo al dedo.
Sin embargo y pese a la notoriedad del personaje de Verne su
gran éxito personal llega con “Mesas separadas” en donde consigue su único
Oscar a mejor interpretación , en lo que a la postre también sería su única
nominación a lo largo de su carrera.
Los años sesenta quizá sean los de más relevancia pare
David Niven, al menos en cuanto a su participación en una serie de proyectos
de gran importancia que entrarán por méritos propios en la historia del cine.
Para empezar Niven participa en dos superproducciones como “Los cañones de Navarone” (1961), todo un clásico del cine bélico y la inolvidable “55 días en Pekín” (1963).
Sus otras dos grandes aportaciones de la década serían el inicio
de dos famosas sagas. La primera la de la pantera rosa, cuyo primer eslabón,
allá por 1963, cuenta con la presencia estelar de Niven en el reparto, algo que
también sucedería en sucesivas versiones tanto en en 1982 como en 1983. La otra
es su participación en “Casino royale” (1967), lo que se le considera la
primera piedra de los que sería el posterior fenómeno del agente secreto más
conocido de todos los tiempos, estamos hablando por supuesto de Bond, James Bond.
Su madurez la dedica a participar entre otros proyectos
reuniéndose con viejos compañeros de profesión en interesantes adaptaciones de
Agatha Christie como “Muerte en el Nilo” (1978) o sátiras policíacas como “Un cadáver a los postres” (1976). Tras ello su aparición en la gran pantalla fue
cada vez más esporádica hasta que a principios de la década de los ochenta le
era diagnosticado una severa esclerosis, que finalmente se lo llevaría unos
pocos años después a la edad de 73 años.
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