Seguimos por el repaso en fascículos de uno de los más
grandes genios de la comedia que ha dado la historia del cine. Su grandísima
propensión al trabajo, a casi película por año, nos obliga (aunque el que
suscribe lo hace encantado) a repasar su excelente filmografía en varios post.
Prolífico como pocos a nadie se le escapa que estamos hablando del histriónico
y en cierto modo maniático Woody Allen y sin más dilación aquí el repaso a su
carrera en los años noventa.
Tras una exitosa década plagada de éxitos (no nos olvidemos
que Allen venía de firmar películas como “La rosa púrpura del Cairo” [1985],
“Hannah y sus hermanas” [1986] o “Días de radio” [1987]), en director
neoyorkino se veía en el difícil reto de mantener un nivel que se había
disparado con tanto éxito y popularidad. El reto comienza en 1990 de la mano de
una de sus actrices fetiche, y por entonces esposa, Mia Farrow con “Alice”, un
mujer encerrada en un insulsa vida que por un momento logra evadirse de la
misma con extrañas consecuencias, pese a lo original de la idea el filme pasa
sin pena ni gloria y no se encuentra precisamente entre su mejores
producciones. Sin embargo su siguiente película sin llegar a ser uno de sus
grandes títulos si capta la atención del público. Un especie de thriller, con
su toque personal obviamente, con reminiscencias del cine de los años treinta y
una fotografía impecable que respondía al nombre “Sombras y niebla”.
Con “Maridos y mujeres” (1992) suma otro gran título a su ya
excelente filmografía. Una perfecta disección de la vida el pareja con un toque
cómico, al igual que años antes lo había hecho Bergman con “Secretos de un matrimonio” (1973), autor que por otra parte siente gran predilección e influye
claramente en la obra del director neoyorkino.
En 1993 sigue con su idilio con Nueva York con “Misterioso asesinato en Manhattan” una película que este caso recuerda en cierto modo a
“La ventana indiscreta” de Hitchcock, manteniendo de esta forma otro homenaje a
otro de los directores que más influencia han tenido en su forma de ver el
cine.
1994 es su año más prolífico pues firma “Los USA en zona rusa”, una sátira sobre la guerra fría destinada a la televisión y sobre todo
con otro gran título: “Balas sobre Broadway”, regresando de nuevo a sus
añorados años 30 y la época de la ley seca y de los poderosos gangsteres que
dominaban los bajos fondos de Nueva York a sus anchas.
Mediada la década llega aire fresco a si filmografía, Mira
Sorvino interpreta genialmente, Oscar incluido, a una tierna prostituta a la
que Allen encuentra en busca de respuestas sobre su pequeño adoptado de
carácter superdotado. "Poderosa afrodita", una comedia con reminiscencias del teatro griego, al que
hace continuas alusiones.
Con “Todos dicen I love you” (1996) comedia romántica al uso
de Woody Allen, el director comienza su idilio con París, entre otra ciudades
(ciudad que en un futuro será el centro de muchas de sus historias, en cierto
modo como agradecimiento a la fidelidad del público europeo, siempre fiel a su
peculiar forma de ver la comedia y el cine).
Su siguiente película, “Desmontando a Harry” (1997), es una
vuelta a sus orígenes, una especie de hilarante sesión de psicoanálisis en la
que retoma todas sus manías y obsesiones en torno a todos lo problemas que le
obsesionan: el sexo, la discriminación judía, el psicoanálisis, la vida en
pareja, la inseguridad…
“Celebrity” (1998) ironiza fríamente sobre el mundo de la la
fama y todo lo que ello conlleva, rodeado de un reparto relativamente joven
repasa la formula del éxito dentro de un universo lleno de lujo y esnobismo en
donde lo más fácil es dejarse llevar por un ritmo de vida por encima de la
posibilidades de uno propio, dejando a un lado el esfuerzo el trabajo tan
necesario para llevar a cabo tal tren de vida.
Por último cierra la década con “Acordes y desacuerdos”,
falso biopic sobre un músico , genialmente interpretado por Sean Penn, en un
claro homenaje a otra de las pasiones del genial director: el jazz.
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