jueves, 17 de noviembre de 2011

George Méliès


Muchos cinéfilos esperamos con impaciencia el estreno de la nueva pelicula de Scorsese "La invención de Hugo" (basada en la excelente novela gráfica de Brian Selznick. Un film que rescata del olvido a uno de las grandes figuras de la historia del cine como fue Georges Méliès, el que pese a su inestimable y encomiable labor por y para el cine tuvo que morir prácticamente en el anonimato. Va pues desde aquí su merecido homenaje.

Si bien la fundación del cine se le atribuye (correctamente) a los hermanos Lumière y a su cinematógrafo. Es justo decir que George Méliès es el padre del cine, que a buen seguro sin su constante experimentación y su afán de superación el cine probablemente se hubiese estancado en fines elitistas o meramente circenses. Por lo tanto todo buen amante del cine debe apreciar y reconocer en buena medida la labor de este pionero.

Este parisino hijo de zapatero nacido allá por la mitad del siglo XIX ya mostraba desde muy pequeño su interés por las variedades, el teatro, el ilusionismo y la magia (algo que años después conjugaría de manera sublime en sus películas y cortometrajes)

Su padre pronto se dio cuenta que su pequeño negocio de zapatos “moría” con el, pese a obligarlo (y desenvolverse de muy buena forma en el negocio), el joven Georges solo tenía ojos para lo que el consideraba un mundo frívolo e insustancial. Hecho que ratificó al jubilarse su padre (Méliès abandona el negocio y gasta sus ahorros en forjar un sueño: comprar el teatro “Robert Houdin” y convertirse en productor teatral.

28 de diciembre de 1985, esa fecha capital para el cine lo es también para Méliès, y es que este inquieto y deslumbrante joven fue uno de los pocos afortunados en poder asistir a la primera proyección del cinematógrafo de los hermanos Lumière. Méliès quedó absolutamente fascinado e introdujo este invento en su teatro.

Sin embargo la gentye poco a poco se cansaba de este nuevo invento que mostraba imágenes en movimiento. Si, estaba bien como novedad, pero la verdad, salvado esto, apenas entretenía ver un tren o uno empleados salir de una fábrica por poner dos ejemplos.

Méliès pronto se da cuenta de esto y decide poner en práctica todos los conocimientos, adquiridos previamente en el teatro y el ilusionismo (incluso en la fábrica de montaje de la empresa paterna) para dar un giro a lo que parecía inevitable: la caída en el olvido de un invento tan reciente como el cine.

Méliès pronto comienza a destacar en los círculos parisinos con sus elaboradas películas. Los trucajes mantenían al público entretenido y cada nueva película se esperaba con expectación. Méliès sustituía elementos con el parado de cámara (creando el stop-motion tan de moda actualmente), el fundido en negro o la sobreimpresión creando con ello los primeros recursos del lenguaje cinematográfico. Además Méliès no descuidaba los guiones (muchas de sus obras están basadas en grandes autores (H.G. Wells o Julio Verne, entre otros).


La fama de Méliès no paraba de crecer. Sus películas y éxitos se sucedían. Si bien la primera ya data de 1896 (“Un partida de cartas”) sus grandes éxitos aparecen recién entrado el siglo XX (Viaje a través de lo imposible” [1904] o la celebérrima “El viaje a la luna” [1902]).



La fama alcanzada por Méliès con su viaje a la luna no tenía precedentes, y auque el propio pionero fue el encargado de su comercialización, la falta de legislación en cuanto a derechos de autor hizo que su comercialización en América se llevase a cabo por los agentes de Edison, sin que Méliès obtuviese beneficio alguno en esta difusión.

Este “caos” legal, la falta de patrones a la hora de regir la distribución de las primeras cintas de cine, junto con la irrupción de la primera guerra mundial que asoló a Europa (beneficiando al cine norteamericano, sensiblemente inferior al Europeo en la época) dan por traste con la labor de Méliès, poco a poco las deudas lo acucian y finalmente lo obligan a abandonar su sueño. En 1914 Méliès abandona definitivamente el mundo del cine.

Méliès finaliza sus días olvidado para el gran público como vendedor de golosinas en un quiosco de Montparnasse. Eso si le queda la satisfacción de haber recibido la Legión de honor por su trayectoria por parte de la vanguardia cinematográfica francesa (que estaba redescubriendo su obra) y de ver restaurada su obra por parte de Henri Laglois, solo unos meses antes de su muerte en 1936.

Volviendo la vista a atrás no es imposible no ponernos nostálgicos y sobre todo agradecidos a todos aquellos precursores que aprendieron y asimilaron a marchas forzadas las bases de lo que hoy se considera el séptimo arte. Y es que sin su ayuda y esfuerzo a buen seguro hoy no podríamos disfrutar de lo que conocemos como cien. Así que sin más: ¡Gracias Méliès!.


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