De origen aristocrático, Visconti comenzó a formarse y a
tomar conciencia del cine como un instrumento que iba más allá que el mero
hecho de relatar historias en Francia. En el país vecino de mano de un maestro
como Renoir entró en contacto con realismo poético, movimiento que claramente
le influenció y que inmediatamente intentó trasladar a su obra.
Su debut tras la cámara llegó en plena segunda guerra
mundial y no podría tener más éxito pues con ”Obsesión” (1942), una precisa
adaptación de la novela de Cain “El cartero siempre llama dos veces” (que pese
a ser prohibida por el régimen fascista), acuña un nuevo movimiento denominado
neorrealismo, que supondría todo un acontecimiento para el cine de postguerra.
El movimiento pronto ganó nuevos adeptos como Fellini, De Sica o Rossellini, sin embargo a Visconti siempre le quedará el honor de haber sido el impulsor de este movimiento artístico que tanto se arraigó en el mundo del cine tras sufrir una difícil época. El caso es que Visconti prosiguió con su trabajo, siempre vinculado a ese cine de marcado carácter social, como bien apreciamos en sus dos siguientes obras. En “La tierra tiembla” (1948) y “Bellísima” (1951) Visconti retaza a la perfección la opresión de un pueblo sumido en la pobreza de devastación posterior a una guerra; una etapa de cambio y sobre todo de muchos esfuerzo y trabajo.
Su siguiente obra destacable, “Senso” (1954), es un retrato de la aristocracia que el bien conocía de cuna. En este caso nos muestra la Italia de finales de XIX, una Italia convulsa e inmiscuida de lleno en guerras por delimitar su frontera, pero una Italia a la vez guardiana de bellas ciudades como marco de historias de amor como de la que se ocupa en la misma.
Tras “Senso” llegan lo que a priori serán sus obras más recordadas junto a “Obsesión”. Primeramente con la aclamada “Rocco y sus hermanos” (1960), una de las obras cumbre del cine italiano y en donde, volviendo de nuevo a sus inicios neorrealistas, Visconti nos muestra la difícil adaptación al medio de las familias italianas de postguerra, en este caso representadas por una viuda con cinco hijos, cada uno de los cueles intentará enfrentarse a su porvenir de la mejor forma posible.
Su otra gran obra es el retrato de la aristocracia por excelencia. “El gatopardo” (1963), basada en la
famosa novela de Lampedusa, refleja como ninguna otra la decadencia de la aristocracia. Una aristocracia, otrora poderoso eje en el engranaje de la sociedad italiana de los últimos siglos, que ve como paulatinamente su poder se debilita hasta el punto de vivir en lúgubres y vacías mansiones alimentando su dañado ego de recuerdos de tiempos mejores. Todo un bello retrato lleno de inolvidables interpretaciones y de fastuosos decorados. Sin duda uno de los mejores legado del director italiano.
Lejos de regodearse con su creciente éxito, Visconti sigue rodando fiel a sus ideas sociales y así aparecen pues nuevos ejemplo como “El extranjero” (1967) o “La caída de los dioses” (1969), como una clara crítica al nazismo y a los gobiernos dictatoriales que tan de cerca le tocó vivir en los pasados años del fascismo italiano.
Su última gran obra sería “Muerte en Venecia” (1971), en la cual, apoyado en un gran Dirk Bogarde, retrata la decadencia humana como contraposición a la belleza efímera, en este ceso representada por un angelical adolescente, que convierte el retiro del protagonista en un tormento de sentimientos que agitan aun más su convulsa mente.
Su obra finaliza en los setenta con nuevos retratos de la realeza como en la exhaustiva composición de la vida de Luís II de Baviera en la obra homónima de 1972 o con un bello retrato de la Toscana de siglo XIX en una bella historia de amor relatada en “El inocente” (1976). El caso es que ese mismo años Visconti fallecía prematuramente antes de cumplir los setenta años en su casa de Roma. Una muerte que probablemente nos halla privado de alguna de tantas y tantas obras que le genio del neorrealismo tenia en mente. Lo que si es cierto es que a lo largo de más de treinta años de trabajo, Visconti nos ha hechos disfrutar de títulos claves no solo del movimiento neorrealista, sino del cine en general.
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