Estrenamos año lleno de fuerza y buenas intenciones,
destilando vibraciones positivas y ganas de vivirlo a tope lo que viene muy en
consonancia con el contenido de lo que se espera que sea el primero de muchos
post en este 2013 que apenas comenzamos. Y es que el surf siempre fue
considerado como uno de los deportes acuáticos por excelencia, lejos de
encorsetamiento de las piscinas y aguas interiores los fanáticos de surf buscan
libertad de movimientos con un estilo de vida propio en donde la búsqueda de la
ola perfecta es la propia búsqueda de su identidad y lugar en la vida. A lo
largo de estos más de cien años de cine son varios los ejemplos que ilustran
este particular modo de vida.
El cine documental es uno de los que mayor cabida le fue
dando al fenómeno del surf. Así desde el ya lejano “The endless summer” (1966),
considerada toda una pieza de culto para los entendidos en la materia se
suceden distintas incursiones en todo lo que conlleva el universo surfero como
en “Surf de olas gigantes” (2004), una especie de repaso de la evolución de
este deporte desde sus inicios maoríes hasta la actualidad o los más recientes “Walking on water” (2007) y “La ola definitiva Tahití” (2010) junto a Kelly Slater, once
veces campeón del mundo de surf y todo un gurú y referente de este deporta a
escala mundial. Hasta el mismísimo Tim Burton allá por sus comienzos se atrevió
a aventurarse con un pequeño documental (“Luau” [1982]) sobre el mundo de surf,
a priori tan en las antípodas de su gótico y particular modo de ver el cine
Hablar de surf es hablar de espectáculo, de riesgo, de naturaleza en estado puro que unos pocos valientes intentan poder manejar a su antojo con respeto, pero sin miedo. Esa sensación y ese modo de vida está muy bien reflejado en películas como la clásica “El gran miércoles” (1978), “En las manos de Dios” (1999) o en la ya más reciente “Persiguiendo Mavericks” (2012), en donde el ser humano se aleja de toda la comodidad que puede dar la civilización para adentrase en lo más salvaje de la naturaleza en busca de su ola perfecta.
Sin embargo hablar de surf es también hablar de superación, de vía de escape y método de lucha y motivación en la vida. Historias como la de “Soul surfer” (2011), basada en un hecho real, que tiene por argumento a una joven a la que un tiburón le priva de un brazo mientras realiza su pasión, que lejos de alejarla de la misma la convierte en su motivación personal en su día a día, o la historia de un joven sordomudo al que el surf un buen día le devuelve la ilusión por la vida en el excelente relato de Kitano “Escenas en el mar” (1991) así lo atestiguan.
Sin duda la película que más fama le ha dado al surf llega en los noventa con “Le llamaban Bodhi” (1996), un excelente thriller en donde un joven Keanu Reeves, recién ingresado en el FBI ha de infiltrarse en un banda de surferos dedicada a asaltar bancos.
El cine de animación también se ha hecho eco del fenómeno surf. Así ya en los años treinta el mismísimo Mickey y sus amigos se atrevían a cabalgar las olas sobre una tabla en “El rey del surf” (1937) y muchos más recientemente una pandilla de graciosos pingüinos mostraban al mundo sus proezas en un deporte que consideran de propia invención en “Locos por el surf” (2007)
La relación del mundo del surf y el del cine continúa muchos más allá de lo que se puede vislumbrar en estas pocas líneas, pero ya son obras mucho más efímeras destinadas por lo general a un público adolescente y por lo general con escasa acogida mucho más allá de dichos círculos. Así se repiten títulos poco recomendables como “En el filo de las olas” (2002) o “Surf school” (2006) que buen seguro no conseguirán empañar la fructífera relación que a lo largo de todos estos años se viene dando entre cine y surf para regocijo de su incontable legión de seguidores y de los amantes de séptimo arte.
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