Federico Fellini resulta una de las cabezas más visibles del
neorrealismo italiano, uno de los movimientos que introdujo aire fresco en un
cine que tras la segunda guerra mundial parecía estancado. Llevó su carrera a lo
más alto y tras casi cuarenta años de trabajo es considerado como uno de los
grandes directores de todos los tiempos y el gran alma mater de una generación
irrepetible de directores que supieron cambiar y adaptar los oxidados
parámetros de un cine cada vez menos efectista.
Hablar de Fellini es hablar del neorrealismo italiano,
importante corriente de carácter social surgida en la Italia de postguerra. Director
y guionista, sus primeros trabajos ya se ven claramente influenciados por un
movimiento que no estaba sino acabando de nacer y así en “Luces de varieté” (1952), “El jeque blanco” (1952), “Amor en la ciudad” (1953), proyecto junto a
una serie de directores italianos o “Los inútiles” (1953) su obra de mayor
importancia en estos primeros años.
Su espaldarazo definitivo vino en 1954 con el estreno de “La strada” impresionante obra social y una de sus obras cumbres con la que entra
en el cine norteamericano alzándose con la estatuilla a mejor película de habla
no inglesa de la mano de un consagrado Anthony Quinn y la que será su esposa y
fiel compañera tanto delante como detrás de la cámara Giulietta Masina.
Tras otra muestra de amor a su siempre querida Roma con
“Almas sin conciencia” (1955) llega la hora de otra de sus grandes películas
con “Las noches de Cabiria” (1957) nos muestra los bajos fondos de roma a
través de la historia de una prostituta de buen corazón interpretada
magistralmente de nuevo por Masina en uno de sus papeles más reconocidos y
premiados. Fellini se supera a si mismo y logra la segunda estatuilla a mejor
filme de habla no inglesa.
Con la llegada de 1960 llega “La dolce vita” su obra más
personal hasta el momento en donde
muestra de nuevo la gran belleza de la ciudad eterna en tomas tan impactantes
como la ya mítica escena de la fontana di Trevi y el baño nocturno de
Mastroianni inducido por la voluptuosa Anita Ekberg. La película logra grandes
reconocimientos como la palma de oro en Cannes.
Mientras adaptaba a grandes clásicos junto a otros
reconocidos directores como en "Bocaccio ´70" o en “Historias extraordinarias”
(sobre relatos de Poe) su gran capacidad creativa se saca de la chistera dos
nuevas obras maestras consagrando la década de los sesenta como una de la más
productivas y exitosas del director. Es el caso de “Fellini, 8 ½” (1963),
especie de autobiografía onírica y surrealista de los recuerdos de la vida del
director con la que logra su tercer Oscar como mejor película de habla no
inglesa y “Giuletta de los espíritus” (1965) todo un homenaje y tributo a la
que era por aquel entonces su auténtica alma gemela, una Giuletta Masina que se
consagraba cada vez más con lo papeles que le atribuía su marido
“Satiricon” (1969) pasa por ser una de sus obras más
controvertidas. Una particular y controvertida versión de este clásico de la
literatura universal que a buen seguro no ha de dejar a nadie indiferente y con
la que incluso optó al Oscar a mejor director.
Tras una pequeña aportación para televisión con el
documental “Los clowns” (1970). Fellini rinde tributo a la ciudad eterna en uno
de los mejores retratos que nadie haya hecho para el cine de Roma. Para muestra
la impresionante apertura aérea de “Roma” en donde se muestra al detalle la
belleza de una de las ciudades más hermosas del mundo. Un impresionante
recorrido de ensueño por los entresijos de una ciudad que fascinó en vida a
Fellini.
“Amarcord” en 1973 no solo supondría un nueva retrospectiva
de su vida (esta vez evocando su infancia en Rimini) que complementaría la más
personal 8 ½ sino le otorgaría la posibilidad de colocar de nuevo a su película
en lo más alto y alzarse por cuarta vez con el Oscar a mejor filme de habla no
inglesa un hecho al alcance de muy pocos directores y que Fellini conseguía tan
solo con cincuenta y tres años ya en plena madurez productiva.
Tras el fulgurante éxito de Amarcord le llegó el turno a dos
filmes de temática similar: “Casanova” (1976) toda una especial revisión del
mítico amante genialmente trazada por Fellini y a su vez interpretada por
Donald Sutherland y “La ciudad de las mujeres” (1979) relato de un soñador y sus distintas relaciones con el sector
femenino.
Sus siguientes películas ya distan lo suyo de los inicios
neorrealistas de Fellini, obras hermosas pero de carácter más introspectivo
como “Ensayo de una orquesta” (1979) o “Y la nave va…” (1983) así lo
demuestran. Su mayor éxito de esta última etapa viene con la nostálgica “Ginger y Fred” (1985), todo un tributo al esplendor del pasado visto con mucho cariño
desde la distancia que da el paso de los años.
Su despedida del mundo del cine, si obviemos el experimento de
cine dentro de cine de “Entrevista” (1987) fue en 1990 solo tres años antes de
su muerte con la particular “La voz de la luna” un filme que el mismo acuñó de
insólito y que adaptaba “Poemas de un lunático” de Cavazzoni y a través del
cual se despedía sin ni siquiera saberlo uno de los directores mas importantes
e innovadores de toda la historia del cine
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