El debut de Hitchcock en el siempre exigente cine de
Hollywood viene de mano del productor independiente David O. Selznick, Selznick
sabedor del gran éxito cosechado por Hitchcock a lo largo de Europa le hace una
tentadora oferta, que sumada a la inestabilidad reinante en Europa, sumida en
la segunda guerra, acaban de convencer al genio londinense para cruzar el
charco de una vez por todas.
A su llegada Hitchcock es presentado como el mago del
suspense, calificativo que lo perseguiría el resto de su vida y para su debut
le está reservada una extraordinaria historia gótica basada en una historia de
Daphne Du Maurier que responde al nombre de “Rebeca” (1940). El film resulta un
éxito aplastante, logra la estatuilla a mejor película y confirma a Hitchcock
como una de los grandes valores emergentes en el cine de Hollywood, para
regocijo de Selznick.
El rotundo éxito cosechado por Hitchcock fue aprovechado por
la industria cinematográfica para concienciar de la importancia de una guerra
que pese a ocurrir a miles de kilómetros de los Estados Unidos cercaba cada vez
más los intereses del gigante norteamericano. De este proyecto propagandístico
surge “Enviado especial” (1940), que pese a no contar entre sus mejores títulos
optó a seis Oscar (incluida mejor película).
El trabajo de Hitchcock era cada vez más reconocido en
Hollywood así lo demuestra en 1941 al rodar con Cary Grant, una de las mayores
estrellas de momento (que por otra parte se acabaría convirtiendo en uno de los
actores fetiche del director inglés) el estupendo thriller de “Sospecha” (1941)
en el que metía al galán por excelencia en la piel de un enigmático marido de
oscuras intenciones (algo que no comprendió muy bien el público en un primer
momento, más acostumbrado a ver al conocido actor en papeles más favorecedores).
El año 1941 también valió para aportar al a filmografía de
Hitchcock una “rara avis” como “Matrimonio original”, comedia al uso americano
con un de las reinas de la taquilla en aquella época como Carole Lombard. La
apuesta no pareció funcionar y Hitchcock se mantuvo alejado de la comedia
romántica en resto de su dilatada carrera, siendo fiel al thriller que tanto
éxito le estaba deparando.
Con “Sabotaje” (1942), Hitchcock instaura en norteamérica el
primer remake sobre un film suyo de éxito pretérito en el Reino Unido (al igual
que años más tarde haría con “El hombre que sabía demasiado”), en este caso
centra la trama en la segunda guerra mundial, ganando de esta forma la
conciencia de una Norteamérica sumida de lleno en el conflicto bélico.
Sus dos siguientes películas pasan algo desapercibidas para
el gran público vistas desde la perspectiva que dan el paso de los años
observamos que han envejecido de forma distinta, mientras que “La sombra de una duda” (1943), pese a no encontrarse entre sus títulos más reconocidos, luce
como una historia fresca y llena de intriga “Naufragos” (1944) parece haberse
quedado como un experimento minimalista muy alejado del efecto conseguido años
atrás con su exitosa “Alarma en el expreso” (1938).
“Recuerda” (1945), su siguiente película, a parte de ser la
primera colaboración de Hitchcock con Ingrid Bergman, una de sus actrices
fetiche en España será recordada por las escenas oníricas de un trastornado
Gregory Peck tan bien diseñadas por un genio como Salvador Dalí.
Precisamente con Ingrid Bergman repite al año siguiente, en
este caso junto a otro de sus actores predilectos, Cary Grant, en una película
de espionaje en la segunda guerra mundial. Si la película se titula
“Encadenados” (1946) muchos cinéfilos se darán cuenta que estamos ante una de
las obras cumbre del mago del suspense.
Hitchcock cierra la década de los cuarenta con tres nuevas
películas, dos de las mismas no pasarán a engrosar sus grandes títulos. “El proceso Paradine” (1947) resulta ser un buen thriller judicial, que pese a
contar con un buen reparto no parece haber cuajado entre el gran público y
“Atormentada” (1949) se convierte en uno de sus películas más controvertidas y
desconocidas, pese a contar dentro del elenco de actores con Ingrid Bergman,
sinónimo de éxito al lado del director británico.
Caso a parte es “La soga” (1948) una obra con un carácter claramente teatral y minimalista y que aparte de ser la primera incursión de James Stewart en el cine de Hitchcock, que tantos éxitos les deparará a ambos en el futuro, cuenta con la curiosidad de estar rodada en único plano secuencia, lo que da muestras una vez más de virtuosismo de director británico.
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