Ingrid Bergman se convirtió con el paso del tiempo en una de las mejores importaciones del cine de Hollywood. Su melena rubia y su dulce mirada llenaron de glamour las películas norteamericanas de los cuarenta y cincuenta, fue una de las primeras rubias fetiche del gran Hitchcock, colaboró con todos los galanes de Hollywood, triunfó en Europa de mano de un grande como Rosellini, es la segunda actriz más laureada de Oscar, igualada con Meryl Streep y solo igualada por Kate Hepburn y además recientes estudios la valoran como la cuarta actriz más valorada de toda la historia de Hollywood (tras la propia Kate Hepburn, Bette Davis y Audrey Hepburn). Completa y versátil vida para una muchacha que con poc más de veinte años emigraba a América con un puñado de películas suecas en su filmografía a abrirse un hueco en el difícil mundo del estrellato hollywoodiense.
Ingrid Bergman nacía en Estocolmo en plena gran guerra. Su infancia es difícil a penas conoce a su madre, su padre muere cunado ella contaba poco más de diez años y sus tutora sigue el mismo camino solo seis meses después de hacerse cargo de la niña. Difícil tesitura en la que se ve involucrada la joven Ingrid, condición que sin duda la fortalecería de cara los años venideros.
Desde muy pequeña tenía claro que su dedicación iba a estar encaminada hacia el mundo de la interpretación, así ya muy joven se matricula en el Royal Dramatic Theater de Estocolmo a fin de estudiar interpretación. Todo ello unido a su dulce rostro le da la oportunidad de ir apareciendo poco a poco en un puñado de películas en su país natal, que se hallaba en una de sus épocas doradas de su filmografía por aquel entonces. De esta época destaca “Intermezzo” (1936) de Gustaf Molander que sería su espaldarazo definitivo para su salto a América (precisamente para rodar el remake americano de la película en 1939).
Sin embargo Ingrid no cruzaría el charco de paso, sino con el objetivo de afianzarse en una de las industrias cinematográficas más difíciles y para ello sus siguientes trabajos serían claves para afianzar su éxito como “Alma en la sombra” (1941) de W. S. Van Dyke o “El extraño caso del Dr. Jekyll” (1941) de Victor Fleming, acompañando a un actor consolidado como Spencer Tracy, pero sin duda su gran primer papel protagonista es el Ilsa Lazslo enamorando hasta las trancas a Rick Blane en la inolvidables “Casablanca” (1942) de Michael Curtiz.
Con “Casablanca” no llegó el Oscar, pero si la fama. El rotundo éxito de la película le da la oportunidad de rodar un sinfín de proyectos. Los grandes directores se la rifaban y la carrera de Ingrid comenzaría crecer sin parar. “Por quién doblan las campanas” (1943) de Sam Wood, según relato bélico de Hemingway sobre la guerra civil española y “Luz que agoniza” (1943) de George Cukor (por la que logra su primer Oscar) así lo atestiguan.
Quien toma buena nota de la actriz de moda en Hollywood, sobre todo por su buen papel en el thriller "Luz que agoniza" no es otro que el mago del suspense, llegado también hace poco a Hollywood de mano de Selznick, así en los años venideros actúa de manera casi consecutiva en “Recuerda” (1945), ayudando a un atormentado Gregory Peck, “Encadenados” (1946), uno de los títulos claves no solo de la actriz sino del director británico y “Atormentada” (1949).
Los cincuenta suponen para Ingrid Bergman un punto de rotura con Hollywood y paso aunque en principio así no lo pareciese otro nuevo paso adelante en su carrera. En 1950, rodando “Stromboli, tierra de Dios” conoce a Rosellini, se enamoran e inician una relación juntos. Hollywood no perdona que una felizmente casada Ingrid Bergman se enamora de un bohemio director italiano y eche por la borda años de matrimonio. Ingrid se muda a Europa.
De mano de Rosellini rueda nuevos títulos capitales en su carrera, a la ya citada “Stromboli, tierra de Dios” hay que añadirle cuatro títulos más rodados con su nueva pareja. Dos de ellos de gran trascendencia e importancia: “Europa 1951” (1952) y “Te querré siempre” (1954).
Ingrid intuía poco factible el retorno a Hollywood así que enfoca su carrera a rodar por Europa. Italia, Alemania, Francia y el Reino Unido parecen sus destinos, para esta polifacética actriz que llega a rodar en cicno lenguas a lo largo de su carrera (inglés, francés, italiano, sueco y alemán) hasta que en 1956 interpreta a la princesa Anastasia en la película homónima de Anatole Litvak y Hollywood no solo la nomina a Oscar sino que se lo otorga por que, por otra parte, es una interpretación excelente. La reconciliación por lo tanto estaba servida.
Los posteriores años viene marcados por trabajos a ambos lados del Atlántico, pero sin duda lo más destacable es otra fructífera colaboración, en este caso con el mejor director sueco de todos los tiempos: Ingmar Bergman. De este binomio surge la excelente “Sonata de otoño” (1978) que le otorga a la actriz una nueva nominación a los Oscar.
De sus años maduros también resulta obligado rescatar la obra coral basada en el famoso relato de Agatha Christie “Asesinato en el Orient Express” (1974) de Sidney Lumet por el que logra su tercera estatuilla a mejor actriz, en este caso de reparto o “Nina” (1976) de Vicente Minelli en la que curiosamente se la puede ver junto a su hija Isabella Rosellini.
Tras lidiar con una larga enfermedad Ingrid finalmente en fallecía en Londres, su ciudad adoptiva, el día que precisamente cumplía 67 años. Con ella se cerraba una de las carreras más gloriosas en el universo cinematográfico compaginando a la perfección la superproducciones de Hollywood que le dieron fama mundial con el cine Europeo muchos más comprometido e independiente.
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