miércoles, 24 de abril de 2013

Orson Welles



Con Orson Welles repasamos la vida y obra de uno de los “enfants terribles” de la historia de Hollywood, todo un polifacético genio del séptimo arte al que los grandes magnates cortaron las alas de su desbordante creatividad al no querer este someterse a sus convencionalismos.

Conocido por un puñado de grandes obras como director, fue también, productor, locutor, guionista, un afamado actor, que actuaba a fin de ganar dinero par poder rodar las historias que el anhelaba, y todo un amante y defensor de Shakespeare y de la literatura general.

Tras un deslumbrante paso por la radio como narrador de la famosa guerra de los mundos de H.G. Welles, hecho que no solo le reportó fama sino que incluso atemorizó a toda una nación que tenía por verídicas sus narraciones, un joven Orson Welles se presenta en Hollywood dirigiendo y protagonizando “Ciudadano Kane” (1941). Toda una obra maestra cargada de polémica. La considerada incluso hace unos años como la mejor película de la historia, no creo buen ambiente precisamente en Hollywood, pues era una velada crítica al magnate de las telecomunicaciones W. R. Hearst, el cual entró el cólera al verse reflejado y usó todos sus contactos, que no eran pocos, para acabar prematuramente con la carrera de aquel insolente joven, y casi lo logra de no ser por el desbordante talento de Welles.


Su siguiente obra llega justo tras la polémica suscitada por el revuelo de “Ciudadano Kane”. “El cuarto mandamiento” (1942) es una obra de época protagonizada por Joseph Cotten, coprotagonista de sus anterior obra y amigo personal de Welles, y que pese a sufrir mutilaciones de montaje por parte de las productoras se observa la meticulosidad y el buen trabajo del director.


“El extraño” (1946) resulta todo un buen ejemplo de thriller ambientado en la recientemente finalizada II guerra mundial y en ese histerismo colectivo en torno a todo lo que pudiera derivarse del denostado nazismo, imperante hasta casi nada como principal poder en el mundo civilizado.


Con “La dama de Shangai” (1947) llega otras de sus obras maestras, protagonizada por el mismo junto a una oxigenada Rita Hayworth, su esposa por aquel entonces. Todo un símbolo precursor del cine negro, con una antológica escena final en el cuarto de los espejos, que da una muestra de la maestría tras la cámara de Orson Welles.


Los años cuarenta se cierran también con su primera obra sobre Shakespeare. En 1948 se estrena “Macbeth” y tan solo cuatro años después le tocará el turno a “Otelo” (1952) para finalizar esta especial trilogía ya en 1965 con su obra cumbre “Campanadas a medianoche” , adaptando varias obras de Shakespeare con el fanfarrón de Falstaff (interpretado por el mismo) como hilo conductor.



Shakespeare a parte, Welles siguió contribuyendo al séptimo arte con todo tipo de géneros, incluso con el falso documental como en “Fraude” (1973) versado en un famoso falsificador, pero sus última etapa tras las cámaras sería recordada por tres grandes obras. “Sed de mal” (1952) es la primera de las mismas, una excelente muestra de cine negro a la altura de los grandes títulos de género.


"El proceso” (1962) a parte de ser una de sus obras más personales, es una estupenda recreación de la famosa obra de Kafka, filosofía pura y cine surrealista que pasó en su tiempo desapercibida y que hoy desde la distancia se aprecia como una de las obras menos valoradas y reconocidas del Welles.


Y para el tercer ejemplo hay que dar un gran salto en el tiempo. La falta de financiación y de tiempo conforma la paradoja de que esta obra, uno de los sueño de su vida se estrene siete años después de la muerte de Welles, ocurrida en 1985, y gracias al tesón del recientemente fallecido Jesús Franco, el cual recoge el legado de Welles para conformar la particular visión del norteamericano de nuestro patrio Quijote, todo un póstumo homenaje literario por parte de uno de los grandes artistas del séptimo arte.


En cuanto a su trabajo delante de la cámara al margen de sus apariciones en sus propias obras, es abundante y enfocado, como el mismo reconocía, a poder recaudar fondos para poder seguir rodando en una industria que le era hostil. Apareciendo el multitud de obras de distinto calado, desde adaptaciones de grandes clásico de la literatura como “Moby dick” (1956) o “La isla del tesoro” (1972) a formar parte de elenco que dio el pistoletazo de salida a todo un referente del cine actual como lo es James Bond en lo que fue la satírica primera versión de “Casino Royale” (1967)


Sin embargo su papel más recordado llegará de la manos de Carol Reed en la estupenda adaptación para el cine de la obra de Grahame Greene “El tercer hombre” (1949), en la que resultaba memorable su aparición como Harry Lime en la red de sumideros de una devastada y bella Viena de la postguerra.


Visto con el paso del tiempo el talento de Welles parece incuestionable, lo que si nos cuestionamos son las cotas que alcanzaría su genio de no ser por las continuas trabas y constantes detractores el contra de su persona dentro de la industria del cine.

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