Ningún actor latino ha llegado tan alto en Hollywood como lo
ha hecho Anthony Quinn. Nacido en Méjico, aunque con padre irlandés, aun siendo
muy joven Anthony emigra a los EEUU huyendo de la pobreza. La familia lucha por
un futuro mejor en suelo norteamericano y en sueño de un futuro mejor se va
labrando a base de un gran esfuerzo, así durante la niñez y adolescencia de
Anthony lo vemos trabajar de limpiabotas, mozo de recados, vendedor de
periódicos, peón de obra e incluso gracias a sui potente físico como boxeador.
Y así a base de esfuerzo y trabajo es como Anthony Quinn se va introduciendo en
Hollywood, primero como retratista e imitador y más tarde ya cursando estudios,
en donde dos mujeres tuvieron muchos que ver para forjar la leyenda del futuro
Anthony Quinn, en primer lugar su primera esposa, muchos años mayor que el, la
cual pulió su dicción y estilo y más tarde la consagrada actriz con fama de
femme fatale Mae West, que apadrina al joven actor.
Sus primeros trabajos no van más allá del extra, pero su
carisma y su característico físico pronto le reportan papeles secundarios. Tras
un segundo matrimonio, con la hija del mítico director Cecil B. Demille, y el
tragedia de la pérdida de un hijo en un desgraciado accidente, a Anthony Quinn
le llega la hora de auparse de una vez por todas al estrellato. La década de
los cincuenta apenas acababa de comenzar y tras haber participado en múltiples
e importantes obras como secundario cada vez con más peso le toca participar en
un cinta de Elia Kazan, acompañando ni más ni menos que a Marlon Brando, en un
de los títulos míticos no solo de la filmografía de sus partícipes sino de cine
en general, con ¡Viva Zapata! (1952), su carrera comienza despegarse, y todo
gracias en gran medida a su primer Oscar, esta vez por mejor actor de
reparto.
El papel parece encasillarlo en un icono del western y la aventura y así su cara comienza a aparecer en cintas de piratas como “La isla de los corsarios” (1952) o en western como “Traición en Fort King” (1953), sin embargo el talento de Anthony no permite que se acomode y se embarca en un arriesgado proyecto de renacido cine europeo. Viaja a Roma para ponerse a las órdenes de Fellini, uno de los artífices del neorrealismo italiano. Como resultado surge “La strada” (1954) una verdadera obra maestra en donde Anthony luce como artista ambulante junto a una estupenda Giulietta Masina.
Su siguiente gran obra, por la que recibiría su segundo y definitivo Oscar a mejor actor de reparto, sería por su aparición en el biopic de Van Gogh ”El loco del pelo rojo” (1956) en donde acompañaría a un obsesionado Kirk Douglas, que interpretada al malogrado genio de la pintura, como compañero de vida y profesión dando vida al también genial pintor Gauguin.
Con un enorme éxito encima, Anthony Quinn dedica los años restantes de la década de los cincuenta a aparecer en una importante serie de western, que sin llegar a ser obras maestras del género muchos si están entre los más reconocidos y recordados para los amantes de este genuino género norteamericano, así Anthony Quinn engrosa su filmografía con títulos como “Un revolver solitario” (1956), “El hombre de las pistolas de oro”, “El pistolero de Cheyenne” o “El último tren a Gun Hill”, siendo estos tres últimos estrenados en 1959.
Los sesenta comenzaron con dos aportaciones en título emblemáticos para la historia del cine. El primero todo un clásico del cine bélico como “Los cañones de Navarone” (1961) y el segundo participando en el excelente elenco de una de las mayores superproducciones de la historia, aportando su granito de arena en la épica “Lawrence de Arabia” (1962).
Sin embargo su papel clave en esta década y por el que está de nievo nominado a los Oscar, esta vez com mejor actor principal en el de “Zorba el griego” (1964), en donde nos deleita, amén de un impecable interpretación, con uno de los bailes más famosos de la historia del cine de mano de la música de Theodorakis.
La década de los sesenta también le vale Anthony Quinn para internacionalizar su cine. Vuelve a Italia tras su experiencia con Fellini y haber sido Barrabás y participado el le épica Ulises para participar den diversos peeplum, además rueda en el Reino Unido y el Francia, sin embargo su obra más reconocida de esta etapa tiene lugar en su regreso a Hollywood con un thriller ambientado en los oscuros pasillos del Vaticano de nombre "Las sandalias del pescador".
Las últimas décadas de Quinn en el cine siguen por los mismos derroteros que toda su carrera, incansable trabajador, ampliando su filmografía a pasos extraordinariamente amplios para su ya creciente edad, rueda en diversos países, y gestiona perfectamente sus papales de secundario en grandes producciones (“Jesús de Nazareth” [1977]) con elegidos papeles como protagonista como en “Mahoma, mensajero de Dios” (1977), "Los hijos de Sánchez” (1978), en su regreso al western o una de sus obras más aclamadas de su última etapa en “El león del desierto” (1981).
Esta última etapa en su obra y vida sirve además para ver rodar a Anthony Quinn en su lengua natal, así participa por primera vez en una película española en “Valentina” (1981), primera de las partes de la trilogía que adapta al cine Cronica del Alba por parte de Ramón J. Sender. Siendo este el primero de cuatro trabajos a los largo de esta última etapa en España, que precisamente finalizará casi veinte años más tarde con su participación en al miniserie “El camino de Santiago”, última aparición en la gran pantalla y broche de oro para una carrera plagada de éxitos.
Pese a su edad, Anthony Quinn puede seguir jactándose de ir apareciendo en mayor o menor medida en importantes cintas de directores de éxito de los noventa, así se lo ve a las órdenes de Spike Lee en “Fiebresalvaje” (1991) o en apariciones en cintas relevantes como “El último granhéroe” (1993) a más gloria de Arnold Schwarzenegger o en el drama romántico que además supone el fugaz debut en Norteamérica de Aitana Sánchez Gijón “Un paseo por la nubes” (1995), una cinta de gran notoriedad en su época que quizá no ha sabido envejecer bien. Todo ello no da sino muestra de lo que supone la carrera de Anthony Quinn, labrada gracias a varias décadas de incesante trabajo de lo que se supone a día de hoy el actor más grande que ha dado hispanoamérica en la meca del cine.