martes, 29 de enero de 2013

Lana Turner



A priori Lana Turner representa a ese prototipo de actriz exuberante de gran belleza y larga melena rubia que trae a los hombres por el camino de la amargura, gracias a sus contoneos y a ese sex appeal innato que la hace la perdición de cualquier hombre. Es sin duda el gran símbolo sexual de los años cuarenta para millones de norteamericanos, y una de las más recordadas mediante fotos pin-up en las trincheras y barracones de la segunda guerra mundial. Sabedora de ello, Lana Turner era la primera en explotar esa faceta, pero si indagamos un poco más allá en su vida y obra vemos a un actriz de gran talento, que sin embargo llevaba una vida muy desordenada e inestable, con múltiples matrimonios y escarceos, así como numerosos escándalos posiblemente todo ello derivado de un serio problema de autoestima.

La vida artística de Lana Turner comienza al igual que otras jovencitas de su edad por la publicidad, sin embargo su desparpajo y su exuberante físico le facilitaron su entrada en el mundo de Hollywood, primero con veladas a apariciones que no se ceñían más allá que a mostrar su físico y más tarde con pequeñas aportaciones en las que ya podía intuirse la actriz que luego llegaría.

Pese a estos múltiples trabajos, la fama para Lana Turner no llegaría hasta los años cuarenta, en donde tras compartir cartel con grandes actores y firmar un puñado de excelente obras no solo se convierte en una reputada actriz, sin o en todo un símbolo erótico para la nación más cinematográfica del mundo.

Sus primeros grandes papeles vinieron junto a grandes actores de la época como Spencer Tracy y Robert Taylor con quienes colabora respectivamente en la famosa adaptación del clásico de Stevenson “El extraño caso del Dr Jekyll” (1941) y con todo un precedente del cine negro como “Senda prohibida” (1942).


Sin embargo su gran legado llegará en 1946 con la versión “El cartero siempre llama dos veces” un papel por el que todos identificamos a Lana Turner y que al alzó definitivamente al estrellato cinematográfico y la convierte en toda una sex simbol.


La carrera de Lana se encontraba en los más alto así aprovecha el tirón de su gran éxito para enrolarse en grandes proyectos como la enésima y una de las más recordadas versiones de la conocida novela Dumas “Los tres mosqueteros” (1948) o por otro gran clásico de la historia del cine como fue “Cautivos de mal” (1952).


Su vida privada sin embargo corrí de forma inversamente proporcional a su carrera, sonados eran sus romances con compañeros de reparto y demasiado numerosos sus matrimonios (se cesó hasta un total de siete veces) lo que da muestra de su gran inestabilidad sentimental. Todo se acrecenta con problemas de alcoholismo y el misterioso asesinato de un amante suyo (se dice que por parte de su hija en defensa propia por los reiterados malos tratos recibidos tanto a su persona como a la de Lana Turner). El caso es que tanto escándalo, parte de ser la comidilla de la prensa sensacionalista, comenzó a hacer mella en la hasta entonces impoluta carrera de Lana Turner y con ello comenzó su declive.

Pese a esa serie de problemas personales Lana Turner todavía tuvo tiempo de participar en un par de grandes obras y es que precisamente fue con la primera de ellas, “Vidas borrascosas” (1957),  por la que consigue su única nominación al Oscar. La otra es uno de los excelentes y lacrimales melodramas a los que nos tenía acostumbrados Douglas Sirk, y no uno cualquiera, sino en “Imitación a la vida” (1959), uno de sus más reconocidos y toda una obra maestra del cine


Este par de aportaciones no son más que un espejismo pues la carrera de Lana Turner comienza a ir cuesta abajo y lo que es peor sin frenos. Sus apariciones son cada vez más escasas y la calidad de las mismas más que dudosa. Tan pronto se la puede ver en dramas como “Retrato en negro” (1960), como en comedias ("Trampa a mi marido" [1962]) e incluso en algún que otro capítulo de la exitosa serie de los ochenta “Falcon Crest”. Sin embargo las actuaciones estelares de Lana Turner ya parecían quedar ancladas en el pasado y ya lejana parecía a aquella época en la que fascinaba al mundo con un simple pestañeo. Así a mediados de los noventa y sumida en un relativo olvido de un Hollywood que había dejado definitivamente años atrás, Lana Turner fallecía a los 75 años en su casa de Los Ángeles.


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